Aún a sabiedas de que el bar Triana estará cerrado, camino carretera arriba, aspirando humo de buen tabaco, saludando a una señora que se entretiene en pintar de verde la verja del patio delantero de su casa. No importa la completa seguridad que albergo acerca de que no estará allí Manuel y no podré preguntarle acerca del paradero de mi teléfono móvil, perdido una vez más, irremediablemente. Eso apenas me importa, ahora sólo pretendo fumar un cigarro, seguir adelante, burlarme del avance del minutero, no dar la vuelta dando la espalda al lentísimo ocaso desmoronándose frente a mis Descargar juegos
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LLamaron por teléfono poco después de que hubiéramos terminado de comer. El viejo se muere, eso fue lo que dijeron, eso fue lo que me dijo ella arrancándome de la siesta, del sueño blando y pegajoso de las tres de la tarde; me obligo a mi mismo a ponerme la ropa, a calzarme, a entrar en el cuarto de baño y mojarme la cara y el cabello y peinarme con los dedos, sin querer pensar nada, sabiendo que cualquier intento de entender o racionalizar lo que me pasa me hará perder Fuente
, se me irá el santo al cielo y no seré capaz de hacer lo que es necesario hacer en estos momentos: actuar con eficacia, actuar como lo hace ella, sin distracciones ni errores, guiada por el gigantesco amor que profesa al padre, por ese instinto de amante hija que le permite tomar las decisiones adecuadas incluso en las situaciones más dramáticas o desesperadas. Recorremos el camino a ciento veiente kilómetros por hora, la vista al frente, sin pronunciar palabra. Ahora sí que me permito pensar, puedo permitirme manejar de forma automática el vehículo mientras pienso, pero curiosamente ni una sola idea me viene a la cabeza.
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LLamaron por teléfono poco después de que hubiéramos terminado de comer. El viejo se muere, eso fue lo que dijeron, eso fue lo que me dijo ella arrancándome de la siesta, del sueño blando y pegajoso de las tres de la tarde; me obligo a mi mismo a ponerme la ropa, a calzarme, a entrar en el cuarto de baño y mojarme la cara y el cabello y peinarme con los dedos, sin querer pensar nada, sabiendo que cualquier intento de entender o racionalizar lo que me pasa me hará perder Fuente
, se me irá el santo al cielo y no seré capaz de hacer lo que es necesario hacer en estos momentos: actuar con eficacia, actuar como lo hace ella, sin distracciones ni errores, guiada por el gigantesco amor que profesa al padre, por ese instinto de amante hija que le permite tomar las decisiones adecuadas incluso en las situaciones más dramáticas o desesperadas. Recorremos el camino a ciento veiente kilómetros por hora, la vista al frente, sin pronunciar palabra. Ahora sí que me permito pensar, puedo permitirme manejar de forma automática el vehículo mientras pienso, pero curiosamente ni una sola idea me viene a la cabeza.